jueves, 22 de octubre de 2009

Bibliografía de consulta

Tristán e Isolda


Se desconoce quién fue el primero en poner por escrito Tristán e Isolda, una de las leyendas de amor más famosas de todos los tiempos. «Tres son las versiones más viejas que nos han llegado, cuyos autores, Béroul, Triomas y Eilhart von Oberg, escribieron en el último tercio del siglo XII o poco antes». Mención especial merece la saga noruega prosificada en 1226 por Roberto el Monje, en la que la idea cristiana de pecado está prácticamente ausente, por ser su versión la más próxima al probable origen celta de la leyenda.
Tñstán e Isolda es un ejemplo del «amor cortés», un amor ideal e indestructible, en el que el amante se convierte en criado de la dama. ¿Qué explicación tiene que el amor cortés sea un amor eminentemente adúltero, como el de Lanzara te y Ginebra, esposa de Arturo? Una respuesta posible es que en aquella época los matrimonios se hacían por conveniencia.
Tristán e Isolda es una historia de amor romántico, trágico y fatal. Sus bellísimas imágenes, situaciones divertidas, peligrosas y emocionantes, odios, celos, nobles ideales, traiciones, perdones, crueles castigos y venganzas, la fuerza del destino, hacen irresistible su lectura. En esta epopeya medieval, los amantes, tiranizados por su pasión, a pesar de sus buenos propósitos, caen una y otra vez en la tentación del amor y de la carne.
Ni Tristán ni Isolda (o Iseo) pretenden ser infieles a su señor, el rey Mares o Marcos, él como vasallo y ella como prometida y luego esposa, pero la pareja bebe por equivocación un filtro amoroso preparado para el rey e Isolda por la madre de ésta, filtro que sirve para explicar lo misterioso, involuntario e inevitable de su atracción.
La madre de Isolda había advertido a la criada de ésta, Brangien, sobre los efectos del bebedizo: «Cuida mucho, hija mía, de que sólo ellos puedan probar este brebaje. Porque tal es su virtud: quienes bebieron juntos de él se amarán con todos sus sentidos y con todo su pensamiento para siempre, en la vida y en la muerte». Cuando lo beben, creen beber vino. «No, no era vino: era la pasión, eran la áspera alegría y la angustia sin fin, y la muerte. La niña llenó una copa y la presentó a su dueña. Isolda bebió a grandes tragos y luego ofreció la copa a Tristán, quien la apuró.» Y Tristán dejará de ser el fiel servidor que era antes.
Tras numerosas aventuras y vicisitudes bélicas y amorosas, la historia termina cuando nuestro héroe, gravemente herido, muere de tristeza al creer erróneamente que su amada no va a acudir para curarle; sobre el cadáver de Tristán, la reina Isolda perece de dolor poco después. Unas veces han sufrido con su amor, que les lleva a romper las reglas, a no respetar sus propios principios; otras, han disfrutado, han sido felices. Al final, la tragedia se cierne sobre ellos, sobre el inmortal y tormentoso amor que inspiró a Wagner su célebre ópera.
Aparte de las tres principales ya citadas, hay versiones en muchas lenguas europeas. La única completa es la del medievalista francés Joseph Bédier, de finales del XIX, una fiel recreación basada en la versión de Thomas con el auxilio de otros textos. El hermoso principio de Bédier sabe condensar en pocas palabras toda la poderosa fascinación de la leyenda: «¿Queréis oír, señores, si os place, un bello cuento de amor y de muerte? La historia de Tristán y de la reina Isolda. Escuchad cómo con gran alegría y con gran dolor se amaron y acabaron muriendo por ello el mismo día, él por ella, ella por él».

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